Atlético de Madrid

atletico de madridSon las 10 de la mañana. Estoy en mi escritorio a punto de empezar a estudiar y hacer los deberes. Lo tengo todo listo: los libros del instituto, los apuntes, el material que necesito. Pero todavía falta algo para poder estar concentrado en mis deberes, me falta mi charla con él.

Cada mañana mi abuelo viene a casa y una vez saluda a su mujer, mi abuela, sube directamente a mi habitación. Nuestra charla matinal diaria se ha convertido en una tradición sagrada para ambos. Escucho como suena el timbre, su saludo, sus pasos mientras sube las escaleras y lo veo entrar por la habitación. Como de costumbre se sienta en el borde de la cama, mientras yo giro mi silla.

Historia, geografía, matemáticas, a veces un poco de política… Hablamos un poco de todo, pero sobre todo hablamos de fútbol. Él me habla de su Atlético de Madrid y yo le hablo de mi Espanyol. Si es lunes, hablamos de cómo nos fue la jornada. Si es viernes, de cómo se presenta la jornada. Si es entre semana, cualquier tema es bueno para hablar de nuestros equipos. Somos sufridores y nos entendemos perfectamente.

El gran problema que tuvo siempre mi abuelo es que mi padre se le adelantó. Siendo mi padre socio del Espanyol, con la edad aproximada de 9-10 años (no recuerdo cuántos años tenía cuando pisé Sarrià por primera vez, pero por ahí está) me comenzó a llevar a Sarrià. Fue el ambiente de Sarrià, la sensación que desprendía entrar en aquel campo lo que me hizo perico. Finalmente fue la final de la UEFA de Leverkusen lo que me hizo decidir que yo quería ser perico. Pero si mi padre no hubiese sido perico o no me hubiese llevado al campo, probablemente hoy sería colchonero.

Todas esas charlas diarias con él me hicieron sentir algo especial por el otro equipo de Madrid y verlo como un equipo diferente a los demás. Para mi, Atlético de Madrid era sinónimo a mi abuelo.

El destino, la suerte o el puro azar ha hecho cruzarme con otros colchoneros que han ido reforzando ese sentimiento. Como mi primo Sergio, al cual mi abuelo sí que pudo llegar a tiempo para inyectarle la pasión. Como mi suegro, otro colchonero sufridor con el que también pasé muchas horas de charla hablando de nuestros equipos y con el que asistí, como otro colchonero más, a la final de la Copa del Rey del 2010 jugada en el Camp Nou contra el Sevilla. O como Miguel, un compañero de trabajo con una afición al equipo colchonero comparable a la que transmitía mi abuelo o mi suegro.

Mi abuelo y mi suegro ya no están aquí entre nosotros para seguir transmitiéndome esa pasión por los colores rojiblancos. Tampoco les puedo contagiar mi pasión perica porque, aunque nunca me lo dijo, algo perico era 🙂 Pero siempre llevaré conmigo esa parte de pasión rojiblanca que me cedieron de por vida. Por eso, siempre voy a ser colchonero.

Si nunca hubiese pisado Sarrià ahora sería colchonero.

Cuando veo al Atlético de Madrid jugar, siempre veo a mi abuelo entrar por la puerta, un día más, a sentarse en el borde de la cama y hablar conmigo de su Atlético de Madrid.

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